Tener la música: Field Recording, Lo-Fi, Vapourwave y otros laberintos

 


Luigi Russollo y su ayudante Ugo Piatti posan junto a 
los Intonarrumori en su laboratorio de Milan
(Imagen descargada de una imprecisa fuente de internet y alterada 
digitalmente para dar una idea del futuro en el que nos encontramos)

Una vez aceptadas ciertas arbitrariedades de la cultura occidental contemporánea, la historia de la música puede ser también la historia del donde, como y porque la escuchamos.

De estos adverbios, el "como" se lleva las palmas en el devenir tecnológico que nos resuelve actualmente, la memoria emotiva de los objetos con los que conservamos la escucha es también la manera en que, poco a poco, fuimos rebelándonos como especie de nuestra naturaleza efímera hasta desparecer colectivamente en la ilusión con que el progreso cubrió su aun desconocido y, al parecer, cambiante rostro.

Como rémora del colonialismo, el espíritu del museo fue consumiendo su idea de catalogo temporal para avanzar sobre los supuestos grados civilizatorios que separaban las culturas del globo como un capricho persistente, relatándolo en letras primero, imágenes después, sonido mucho mas adelante.

Este ultimo futuro llego en forma del Field Recording (o grabaciones de campo, en español) casi desde la creación del registro sonoro, la novedad paso de anécdota y un mero capricho de conservación de la memoria a construir en su paulatina relación con el escucha y las razones por la cual su ulterior acumulación permitía a este, mas allá del delirio de catalogo, acceder a las mieles de la posesión de algo inasible: el sonido.

La naturaleza espectral del registro auditivo fue dando pie a la necesidad de una mayor verosimilitud del simulacro que este implicaba, escuchar una grabación no es "escuchar", es "reproducir" una instancia temporal por fuera de su contexto original, la salvaguarda que brindaban inicialmente los defectos de esta tarea, evolución tecnológico-cultural mediante, fueron separando los modos de la razón por la cual se realizaba un registro, hasta que esta instancia desaparece en la cotidianidad de las costumbre y lo "dado por hecho".

El recuerdo de esas escuchas trajo con el tiempo un tipo de legitimidad enfocada en las marcas del dispositivo de registro, su fidelidad, es decir, su romántica función de "pasado" permanente, la forma de su huella y luego, en el colmo de la diferenciación moral, su edad dorada de proximidades directamente proporcionales a las lejanías que el mercado del arte plantea en su procedimiento básico de cooptación: la calidad como valor supremo de lo reseñado.

Así la antonomasia "High Fidelity - Low Fidelity" puso blanco sobre negro sobre la ironía que debía preservar la proximidad del sonido, su "honestidad", su idea de recuerdo invadido por el subconsciente presentando a este como la corrupción necesaria que el tiempo debe aportar cuando de costumbres auditivas se trata, mas ruido, menos silencio, subjetividades de producción de lado, lo que esta alcance de la mano no siempre reemplaza a quien corresponde esa "mano", la historia no es digna de los débiles. 

Así, del avance en la calidad del registro (disco, cinta, digital) llegamos a la desaparición del formato virtual y su posterior reemplazo por el servicio correctamente mensurado en su cuota mensual, el acceso a todo para tener lo mismo de siempre sin saberlo, a la horizontalidad como fin del sueño de proximidad, a la necesidad de que todo sea lo mismo para que sea otra cosa, a la diferenciación por la diferenciación misma, al placer que desentona con todos los valores de la escucha y se pliega en este desprecio para aclarar que quizá, si todo es nada, hay algo mas que"Vaporwave".

La ignorancia "que" permite la felicidad.


El Ente - Olvida ("Esto es una lagrima", NTN Discos, 2020)

(Facundo G. Aguirre. Nuñez, 13/11/2020)





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