La muerte nos junta: Palo Pandolfo y la singularidad metamodernista del artista popular en la transición de los siglos XX-XXI

 


"Al toque me habla y me vende su alma".
Palo Pandolfo, "Muerte nos junta" 
(Los Visitantes, Desequilibrio, 1998)

No es inocente imaginar la transición entre siglos como una época en si misma, mas que el fin y el comienzo de uno de sus ciclos, el calendario esconde en esta ilusión el acumulado de la experiencia humana ajustándonos civilizadamente a la matemática de los tiempos que corren, cada vez mas acelerados, hacia la nada.

Cierta historiografía podría reseñar que el paso del siglo XIX al XX trajo consigo el encumbramiento del artista popular que,  como ariete del avance tecnológico cultural producto de la industrialización tardía, con su cuerpo se convirtió en el banco de pruebas de la disolución material que el individuo experimenta actualmente en las plataformas de consumo efímero. 

Referencia al margen primero, firma después, el artista, como abstracción de una abstracción, paso de ser un fotograma, un fonograma, una referencia radial o articulo periodístico a convertirse en un ente que decanta hacia conceptos asociado a lo que podría denominarse "fama", "reconocimiento" y, muy posteriormente, "legitimación".

Fue así, y no de otra manera, que el imaginario creo en sus propios imaginantes la lenta pero persistente impresión de que se obtenía lo que se buscaba solo moviendo un dial, hojeando una revista o asintiendo con la cabeza el ritmo de moda, esa sugerencia repetida hasta la invisibilidad, lo artificial, lo truculento.

Palo representa en ese universo García el compromiso con la falibidad que el mercado del arte planta como filtro en el culto a la excelencia natural de sus genios, modelos mas a replicar que a seguir, eternos en su concepción absoluta, los clásicos del día a día, el status quo al que debe aspirarse para poder hablar de algo y que ello tenga el sentido de conservación material que el neoliberalismo habilita para sus recursos culturales.

Como todo margen, el modelo de cantor popular que propone tiene sus tradición metodológica en la periferia, cuya única legitimación se reconoce en la no pertenencia y la continuidad espejo que puede darse alli con otros cuando de enfrentar a las elites hegemónicas se trata.

Heredero del Tata Cedron y Miguel Abuelo, su ruptura empieza y termina en su relacion con la novedad, Roberto Pandolfo estaba para no estar, para dar testimonio de su paso y luego desaparecer en el intento, ese fugar hacia adelante que se llevo por delante a Don Cornelio, Los Visitantes, tres bandas solistas y miríadas de proyectos alternativos acústicos a solas, acompañados o solamente verbalizados.

Practico la poética del mercado hasta perderse en su misma lógica creando con su trayectoria la huella que desaparece con el tiempo pero deja al rastreador exhausto en su propia idea, nombrando las palabras que entendió de ese otro con la interna convicción de ser tan propias como cualquier futuro hecho de pasado en el presente.

Y al respecto de esto, en el la máxima arltiana de la prepotencia de la voluntad muta al deber de saberse el enviado, ansiando la totalidad como el mas común de los gestos, la salud universal.

P.D.: la tentación a enroscarme en la oscura autoindulgencia del gusto consumado no podrá detener lo evidente.... "parado aquí escucho las voces"...

Facundo G. Aguirre, Nuñez, 26 de setiembre de 2021



Don Cornelio y La Zona - Cenizas y diamantes (1987)











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