No hay nada mas desubicado que el fin del mundo cuando se piensa en "El Fin del Mundo", la realidad por mas increíble que parezca cumple su tarea básica de ser tal y no otra, llevándose puesta hasta la mas elaborada de las tramas que la recubren ocultando su verdadera faz.
El misterio allí suscito no se rebela en palabras normalmente, los hechos tienden a manifestarse bajo sus propias condiciones ignorando olímpicamente cualquier reseña que pueda hacerse de ello, como alegórica zanahoria, la ansiedad nos alimenta aparte de hacernos ir hacia donde lo que la sostiene desee.
(Fase 6)
Mas allá de la idea de persecución que sugiere "El Hambre", el termino-concepto a la vez puede derivar forzadamente en "Deseo", invirtiendo la proporción ascendente con que el progreso insiste como orden en su sueño de nada misma referida.
Pero a no equivocarse, no se puede flotar en el vacío, la política de lo que aborrece la política no solo es un malentendido que se reitera hasta la incredulidad de sus acólitos, también ocupa el espacio abandonado silenciosamente por el olvido hasta ser la materia que habilita lo imposible.
La inversión cínica del cinismo en la realidad capitalista nos convierte en acumuladores compulsivos de todas las recetas del ascetismo concebibles para la mente humana, mucho-poco-nada importa en esta dinámica, aunque la fluctuación de un estado a otro provoque mas de una reflexión a tenerse en cuenta.
Nada es lo que es, todo es un engaño, tanto como idea o su contraparte, sea esta la que convenga al caso, siempre se parte de lo inmaterial para llegar a lo material occidentalmente hablando, en el otro lado de las cosas se avanza en sentido inverso si es que "avanzar" cumpliese allí una función mas importante que solo "estar", aunque mas no sea para "ser" testimonio de la presencia cada vas mas difuminada del ser que somos.
(Fase 2)
Se escribieron para eso, quizá, "El libro de los condenados" (Charles Fort, 1920), "El retorno de los brujos" (Louis Pauwels y Jacques Bergier, 1962) y "Tecgnosis" (Erik Davis, 1993), tres textos que refieren a lo mismo pero en el lenguaje de tres épocas diferentes. Asi como Fort confiaba en subvertir el lenguaje periodístico, Pauwels y Bergier una compilación mística de este, finalmente Davies administra su flujo informático en las ahora primitivas redes del acelerado psocio-omni-estado sugestionado por sus intenciones, la mirada conspiranoica a un pasado-futuro sin escalas intermedias, o sea, el presente continuo que solo brinda con monstruos gramcianos o máximas socialdemócratas, para el caso:
(Fase 1)
... ¿o era?... en fin.
(Facundo G. Aguirre, Costanera Norte, 11/3/2024)
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